lunes, 3 de agosto de 2020

Los primeros serán postreros, y los postreros, primeros - Mateo 20:1-16


Mensaje: “Los primeros serán postreros, y los postreros, primeros”


Base bíblica: Mateo 20:1-16

Introducción

La parábola de los obreros de la viña debe ser interpretada a la luz del contexto de Mateo 19:16-30. Allí se narra el encuentro entre Jesús y el joven rico. Jesús confronta al joven rico con dos ideas falsas que este tenía sobre cómo heredar el reino de Dios. La primera, era la creencia de que los hombres buenos heredan el reino de Dios. Jesús le señalaría que no existen hombres buenos bajo el estándar de Dios. La segunda suposición del joven consistía en creer que el hombre puede esforzarse para alcanzar salvación o que puede participar en ella. Jesús le responde explicándole que la salvación únicamente es posible a través de la gracia de Dios, ya que para el hombre esto es imposible (Mateo 19:26).

Luego de que el joven rico se marchara triste, porque tenía muchas posesiones, Pedro hace una declaración y una pregunta que forman el contexto necesario para poder interpretar correctamente la parábola de los obreros de la viña.

Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? (Mateo 19:27)

Tanto el joven rico como Pedro tenían ideas incorrectas sobre el reino de Dios. El joven rico no entendía cómo se entra en el reino de Dios. Por otro lado, Pedro tenía expectativas terrenales sobre la recompensa que como discípulo de Jesús y los demás discípulos recibirían por su servicio al reino.

Jesús les había enseñado que aquellos que forman parte del reino de Dios, lo son por un acto de la soberana gracia de Dios. También les asegura a sus discípulos que serían recompensados de una manera o de otra, por todas las cosas que habían dejado atrás. Sin embargo, es aquí donde la parábola viene a corregir aquellas suposiciones equivocadas que tenían sobre los beneficios que debían esperar.

 Exposición del texto

 Jesús les narra a sus discípulos la parábola siguiente:

1 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; 4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. 5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. 6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? 7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. 8 Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. 9 Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. (Mateo 20:1-16)

 Antes de entrar en la interpretación de la parábola de los obreros de la viña, es necesario definir qué es una parábola y cuál es el propósito de la misma. En la parábola, se hace uso de una ilustración que es tomada del diario vivir y que tiene como objetivo presentar una verdad para señalar una verdad espiritual importante. Esto significa que toda la ilustración, independientemente de cuán compleja o simple sea, tiene el fin de comunicar una sola verdad, es decir, la idea central de lo que se viene hablando o de lo que se va a hablar. En segundo lugar, toda parábola tiene que ser interpretada de acuerdo al contexto. Ya hemos establecido que la parábola se desarrolla a partir de la declaración de Pedro en Mateo 19:27.

En la parábola se establece que Dios es quien llama a los obreros a su viña. La viña en el Antiguo Testamento es sinónimo de ser parte del pueblo escogido de Dios.

1 Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. 2 La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres. 3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. (Isaías 5:1-3)

Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña? (Jeremías 2:21)

Es un enorme privilegio formar parte de la viña o del reino de Dios. Por cuanto esto, y solamente esto, debería ser la fuerza motivadora del servicio cristiano. El discípulo de Cristo no debe servir esperando ser recompensado, porque ya ha sido bendecido o salvo por el dueño de la viña. La mayor bendición de los discípulos es Jesucristo mismo, porque él es para estos, el tesoro escondido (Mateo 13:44) y la perla de gran precio (Mateo 13:45-46).

La parábola de los obreros de la viña presenta que Dios es soberano en todo cuanto ocurre en su viña. Dios no solamente es soberano en la salvación de los que entran a su viña, sino que también es soberano en la repartición de los dones y las bendiciones que les otorga a sus hijos, para la edificación del cuerpo de Cristo o su iglesia.

Así como el joven rico estaba equivocado sobre cómo se entra al reino de Dios, Pedro estaba equivocado en términos de la recompensa que obtendría por su sacrificio y servicio al reino. La narración expone como Jesús corrigió al joven rico por sus pretensiones de creer que podría hacer algo para entrar al reino de los cielos e igualmente corrige a Pedro por pensar que al participar del reino desde el principio, obtendría una mejor recompensa.

El tiempo que llevamos de cristianos y nuestro servicio a la causa del reino, entre otros, no nos hace merecedores de algo más. Por lo tanto, debemos cuidarnos de no anidar en nuestro corazón expectativas egocéntricas y falsas sobre nuestro servicio al reino de Dios.

La parábola muestra nuestra incapacidad para entender la gracia de Dios, aun cuando solemos hablar de ella con naturalidad. En este punto, Jesús expone lo que sigue: 

10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. (Mateo 20:10-12)

Observe que los primeros no se gozaron porque a los últimos en llegar a trabajar se les pagara lo necesario para poder suplir las necesidades de sus familias. La parábola recoge que se molestaron, porque pensaron que si el dueño de la viña había sido generoso con los últimos, entonces también lo sería con ellos. Vemos por la narración que recibiendo la misma paga, lo encontraron injusto. No obstante, el dueño de la viña les responde lo siguiente:

13 …Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? (Mateo 20:13-15)

Los últimos recibieron el pago del acuerdo por el jornal de un día de trabajo (Mateo 20:1-2), por lo tanto, el dueño de la viña no actuó injustamente. Además, el dueño de la viña deja muy claro que tiene el derecho de otorgar gracia a quien él quiera. La gracia es un favor o una recompensa no merecida, pero esto no implica injusticia en ninguna manera. Injusticia hubiera sido quitarles alguna parte de lo acordado con los primeros para dársela a los postreros. Los primeros recibieron su parte y los demás recibieron por gracia su parte. Las palabras de Pablo en la carta a los Romanos son pertinentes para entender que Dios es soberano sobre su creación.

14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. 15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. 18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. (Romanos 9:14-18)

El hecho de que muchos son llamados a través del mensaje del evangelio, pero pocos son escogidos para participar en la viña o en el reino de los cielos, debería ser más que suficiente para sus discípulos. Es un enorme privilegio poder servir en el reino de los cielos a Aquel que nos amó con amor eterno y quien extendió sobre nosotros su misericordia. Cuidémonos de buscar alguna otra recompensa mayor que no sea la gracia de Dios en Jesucristo.

Conclusión

Concluimos que Dios es soberano tanto en su llamado a la salvación de los hombres, como en la manera de administrar su reino. Los creyentes no podemos hacer reclamos de injusticia, por cuanto no existen, sino que debemos dar gracias por sus múltiples misericordias. Si nada teníamos y si nada pudimos aportar a nuestra salvación, excepto el pecado que la hizo necesaria, entonces ¿cómo es posible procurar algún reconocimiento o recompensa? Confiemos, como aquellos que entraron luego a trabajar en la viña, que el Señor de la viña nos dará en su gracia lo que es justo. Finalmente, entendamos que lo que él nos da, siempre es mayor a lo que merecíamos. ¡Bendito sea Dios por su gracia soberana!

Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat

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