“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y
al que a mí viene, no le echo fuera.” (Juan 6:37)
Básicamente,
la mayoría de los cristianos cree que todos los que se acercan a Jesús son
recibidos por él. Sin embargo, Jesús no asegura tal declaración o enseñanza en
este versículo. Jesús señala que todo lo que el padre le da, vendrá a él y lo
que el Padre le da, él no lo echa fuera. ¿Qué es lo que Jesús no echa fuera? A
todos los que el Padre le da para que se acerquen a él.
El
verbo da del griego δίδωμι – “dídomi” significa conceder, confiar, entregar.
Por consiguiente, Jesús está diciendo, que únicamente Dios puede atraer hacia el
Hijo, los que han de ser salvos. Esto es congruente y consistente con otras
declaraciones de Jesús en el mismo contexto del pasaje.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre
que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:44)
“Y
dijo: Por eso os he dicho que ninguno
puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.” (Juan 6:65)
De
manera, que solamente Dios el Padre puede hacer que los pecadores vengan arrepentidos
y con fe a Jesús para salvación; aunque reconocemos, que en el contexto de este
pasaje, cualquier pecador podría acercarse a Jesús buscando un bien o un favor
humano. Veámoslo en las propias palabras de Jesús.
“Respondió
Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis
el pan y os saciasteis.” (Juan 6:26)
El
pecador, estando imposibilitado de querer y desear acercarse a Jesús por causa
de su propia naturaleza, no puede por sí mismo venir a él. Es ahí donde la
gracia divina concedida desde antes de la fundación del mundo, señaló a los que
habrían de ser salvos, sin mediación de obra humana alguna, sino por causa de
la inmerecida misericordia de Dios. Por tal razón, sólo los que el Padre le da
al Hijo, vendrán a él. ¡Gloria a Dios por la inmerecida misericordia de Dios, a
través de la cual los elegidos son conducidos a Jesús para hallar salvación! Jesús
dijo:
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí…” (Juan 3:37)
El verbo vendrá del griego ἥκω – “jéko” significa llegar, estar presente. Por
consiguiente, la salvación es el resultado de la voluntad de Dios y no de la voluntad
humana. Por cuanto es conducido a Jesús no por su “libre albedrío”, sino por disposición
y elección divina, mediante el llamamiento eficaz obrado por la regeneración producto
de la obra del Espíritu Santo.
La salvación
está asegurada en Cristo, quien categóricamente afirma que nada de lo que el
Padre le da se perderá. Nuestra salvación descansa en la obra de Cristo y no en
ninguna obra nuestra, ni aun la decisión de venir a Cristo, pues ello fue el
resultado de lo que el Padre nos concedió en Cristo.
“…y al que a mí viene, no
le echo fuera.” (Juan 3:37)
¡SOLI DEO GLORIA!
Pastor Gilberto Rufat
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