Mensaje: La mediación de conflictos, la
disciplina y el perdón en la iglesia (parte 2)
Base bíblica: Mateo 18:23-35
Introducción
Jesús les había enseñado a sus discípulos cómo
lidiar con las ofensas o pecados de sus hermanos en la fe. Dicha enseñanza gira
en torno a que se espera un arrepentimiento genuino de aquellos que son
confrontados con sus pecados por su hermano, algunos hermanos o la iglesia. De
no existir arrepentimiento, tal persona debía ser considerada un gentil o
publicano, es decir, un no creyente. No es consistente con un verdadero
creyente, que persista en pecado cuando se ha declarado muerto al pecado y que ha
sido renacido con Jesucristo como su Señor. El arrepentimiento salvífico
conlleva un continuo arrepentimiento en esta vida, ya que la misma está siendo
transformada constantemente por Dios.
Al igual que se espera el arrepentimiento del
que peca contra su hermano, también Jesús les va a enseñar que se espera el
perdón del agraviado cuando el ofensor se arrepiente. La enseñanza comienza
cuando Pedro le pregunta a Jesús lo siguiente: “… ¿cuántas veces perdonaré a mi
hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” Jesús le contesta a Pedro que no
solo siete, sino hasta setenta veces siete, esto es, que se debe estar
dispuesto a perdonar siempre que haya arrepentimiento. El comentarista William Barclay expone la enseñanza rabínica relacionada
con el perdón al prójimo, de la cual podría estar partiendo Pedro.
La enseñanza rabínica era que uno debía perdonar a su prójimo tres
veces. Rabí Yosé ben Janina decía: " El que le pide perdón a su prójimo no
debe repetirlo más de tres veces.» Rabí Yosé ben Yahuda decía: " Si uno
comete una ofensa una vez, se le perdona; si comete una ofensa una segunda vez,
se le perdona; si comete una ofensa una tercera vez, se le perdona; pero la
cuarta vez, ya no se le perdona.» La prueba bíblica de que eso era lo correcto
se tomaba de Amós. En los primeros capítulos de Amós hay una serie de
condenaciones de las diferentes naciones por tres transgresiones y por cuatro
(Amos 1:3; 1:6; 1:9; 1:11; 1:13; 2:1; 2:4; 2:6). De ahí se deducía que el
perdón de Dios se extendía hasta tres ofensas, y que Él visita a un pecador con
un castigo a la cuarta. Una persona no podía ser más tolerante que Dios, así que
el perdón se limitaba a tres veces.[1]
Exposición del texto
23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso
hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue
presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A éste, como no pudo pagar,
ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que
se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba,
diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de
aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero
saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien
denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le
echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que
pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que
había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda
aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su
señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le
debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de
todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas. (Mateo 18:23-35)
Mateo 18:23-35 es una parábola que Jesús
utiliza para ilustrar por qué los discípulos debían perdonar a sus hermanos siempre
que existiera arrepentimiento. Es preciso destacar que el perdón no precede al
arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento involucra la confesión de la
ofensa, muestra el dolor por el pecado cometido contra el hermano y busca la
retribución del daño u ofensa cometida.
Es importante definir qué es una parábola para
no cometer errores interpretativos comunes. Una parábola es una figura
lingüística, cuyo único propósito es resaltar la verdad central de lo que se
viene enseñando, mediante el uso de una ilustración del diario vivir. Los
detalles de la misma contribuyen al propósito o verdad que se pretende
ilustrar. Por lo tanto, no es correcto buscar qué significado tienen los
detalles por separado, porque para esto existe otra figura lingüística llamada
la alegoría.
La frase “Por lo cual el reino de los
cielos es semejante” (Mateo 18:23) establece que el perdón es parte de lo
que ocurre en la comunidad de fe y se espera en los hijos del reino. Por consiguiente,
el reino de los cielos no es considerado como algo futuro, sino que es una
realidad inmediata en la que viven los hijos del reino o de otro modo, la
iglesia del Señor.
La base central de la parábola se establece en
la pregunta que sigue, “¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (Mateo 18:33). Dios espera que perdonemos a nuestros
hermanos sus ofensas, así como Dios ha sido misericordioso para con nosotros, perdonando
las nuestras. La falta de perdón contra la ofensa o el daño de un hermano en la
fe no tiene justificación cuando existe arrepentimiento, porque nuestra ofensa
y rebeldía contra Dios viene desde nuestro nacimiento y, sin embargo, fue
perdonada por Jesucristo al más alto precio, dando su vida en la cruz.
En 1 Corintios 5:1-8, vemos un ejemplo
de cómo la iglesia ha de juzgar sobre los aspectos morales de la vida de los
hermanos de la comunidad de fe o de la iglesia. Ser parte de la iglesia no es simplemente
creer en Jesucristo, pues además es ser parte de algo. Nuestras acciones como
cristianos repercuten para bien o para mal en el pueblo de Dios. En este pasaje,
varios puntos importantes deben ser considerados y acatados.
1- No podemos envanecernos o sentirnos
orgullosos cuando estamos conscientes del pecado de uno o de varios de nuestros
hermanos (1 Corintios 5:2).
2- La iglesia deber dolerse y lamentarse por
el pecado expuesto de sus hermanos en la fe (1 Corintios 5:2).
3- La iglesia debe juzgar las acciones
pecaminosas de sus miembros (1 Corintios 5:3). No es correcto solamente lamentarse
por el pecado de un hermano sin actuar. El hermano debe ser corregido y guiado
al arrepentimiento. Esto significa que es llamado a desistir de su pecado, con
el propósito de protegerlo y para proteger también a la congregación local.
4- Pablo les recuerda a los ancianos responsables
de velar por el rebaño que debían actuar entendiendo que contaban con la
aprobación suya y con la presencia y la aprobación de Jesucristo mismo, como
Señor de la iglesia (1 Corintios 5:4).
5- Pablo les dice que no debían dejar de
cumplir con su responsabilidad por temor a cómo se sentiría el hermano o por
temor a que el mismo terminara apartándose de la congregación local (1
Corintios 5:5).
6- Pablo los amonesta que de no cumplir con su
obligación sobre el hermano, entrarían ellos en pecado al permitir un poco de
levadura que leudaría toda la masa. En otras palabras, que el pecado no
atendido afectaría a la congregación (1 Corintios 5:6).
Pablo les recuerda a los hermanos que la grey
de Dios debe vivir reflejando el carácter de la santidad de su Señor, por tal razón,
el pecado no es bien visto, sino que es debida la santidad a Jehová (1
Corintios 5:7-8).
En 2 Corintios 2:5-11, el apóstol presenta
el caso de cómo debe ser perdonado y restaurado a la comunidad de fe aquel que,
en un momento dado, la iglesia le quitó el compañerismo debido a su falta de
arrepentimiento y de rebeldía contra Dios y contra la comunidad de fe. Varios
principios o verdades se desprenden de este pasaje.
1- La tristeza o gravedad del pecado de un
hermano no debe utilizarse como excusa para que, luego de que surja
arrepentimiento por parte del mismo, no sea restaurado públicamente por la congregación
(2 Corintios 2:5-7).
2- Según observamos en 1 Corintios 5:1-8 que
el pecado debe ser juzgado, también observamos que el hermano arrepentido debe
ser consolado, para que no se consuma en la tristeza que conlleva el verdadero
arrepentimiento (2 Corintios 2:7).
3- Así como la justicia debe prevalecer para
preservar el testimonio de la iglesia y para protegerla, en la misma medida, el
amor de Cristo debe ser evidenciado por los hermanos recibiéndolo con gozo, por
haber sido contristado por Dios (2 Corintios 2:8).
4- El acto de juzgar el pecado debe estar de
acuerdo con la palabra de Dios y en obediencia a la misma. Asimismo, el perdón,
el amor y la restauración correspondientes deben evidenciarse siendo obedecidos
por la congregación local (2 Corintios 2:9).
5- El perdón bíblico es uno genuino, por cuanto
todos los creyentes son llamados a perdonar la ofensa de su hermano, cuando este
manifiesta un arrepentimiento verdadero (2 Corintios 2:10), como se desprende
de la parábola en Mateo 18:23-35.
6- Tal y como la falta de corrección del
pecado en la iglesia es causa de que Satanás gane ventaja sobre la misma, Pablo
le recuerda a la iglesia en Corinto que la falta de perdón trae consigo que
Satanás saque provecho de la situación para destruir y corromper a la comunidad
de fe local (2 Corintios 2:11).
Conclusión
Del mismo modo que la falta de arrepentimiento,
luego de diferentes amonestaciones, es evidencia de alguien que no debe ser
considerado como un creyente, según Mateo 18:15-18, el perdón otorgado ante el
arrepentimiento confesado de un hermano es evidencia de alguien que ha sido
salvo por la misericordia de Dios (Mateo 18:23-35). Podemos afirmar, sin temor a
equivocarnos, que el arrepentimiento genuino, así como el perdón verdadero son distintivos
del carácter de los hijos que han heredado el reino de los cielos.
Por: pastor Gilberto Miguel Rufat
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