martes, 10 de mayo de 2016

¿Qué es la salvación?

 
¿Qué es la salvación? 


¿Qué comprende la salvación?
La salvación comprende el acto por el cual Dios, viendo la caída del hombre y sus consecuencias antes de la creación decide salvar a aquellos que según el puro afecto de su voluntad escogió en Cristo, a fin de mostrar en ellos su gracia para alabanza de su gloria (Ef. 1:3-6). Por ende, Dios es el autor y consumador de la obra de la salvación de principio a fin. La salvación es presentada en las Sagradas Escrituras como un acto del pasado, la predestinación (1P. 1:2; Ro. 8:29) del presente, regeneración santificación y justificación (1P. 1:3, 18; Ro.8:29 y del futuro, la glorificación (Ro. 8:29), el cual descansa única y exclusivamente en Dios.

¿Cómo sería obtenida la salvación?


La salvación es el acto por el cual Dios pudiendo juzgar y derramar su ira sobre el hombre pecador, decide tener de éste misericordia (Ro. 9:15-16). El perdón otorgado por Dios tendría un precio, que sería pagado por su Hijo al dar su vida en rescate por estos para que pudieran vivir (1P. 1:18-20). De manera, que en la cruz tenemos muestra del amor de Dios, así como de su ira (Ro. 9:22-23). Mientras Jesús expió el pecado de los que creerían, también anunció el juicio de los que no creerían, pues si Dios condenó a su Hijo para salvar a los elegidos, ¿cómo escaparán del juicio los pecadores? (Jn. 3:18)

¿Cómo sería comunicado el plan de salvación?
La salvación sería comunicada mediante la proclamación del evangelio (Ro. 10:13-14) y la obra del Espíritu Santo (1Co. 2:9-10), llamando de manera eficaz a los que fueron predestinados (2Ts. 2:13-14). Los redimidos reciben la imputación de la obra de Cristo, a través de la cual son completamente justificados (2Co. 5:21; Ro. 5:1). Estos a su vez, reciben el Espíritu Santo de manera permanente en sus vidas, como las arras o garantía de la herencia que les fue otorgada por gracia en Cristo, antes de la fundación del mundo (Ef. 1:13-14).

¿Cómo se recibe la salvación?

La salvación es mucho más que la aceptación de algo por la fe. Ésta implica la obra de arrepentimiento, que no es remordimiento, sino un cambio en la manera de ver y de pensar en el hombre, a través del nuevo nacimiento (2Co. 7: 9-10; 2Tm. 2:25). Además, comprende la fe en la obra expiatoria de Jesucristo, como el único mediador entre Dios y los hombres (Hch. 4:12; 1Tm. 2:5). Jesús fue predestinado para ser el Cordero Inmolado de aquellos que serían salvos (Hch. 2:23; 1P. 1:19-20). Por consiguiente, tanto el arrepentimiento como la fe son obras inseparables de la salvación, producto de la regeneración y no de la voluntad del hombre.

¿Qué representa el acto de Dios en la salvación?
 

El nuevo nacimiento o regeneración, al ser una transformación del corazón o en la naturaleza del hombre caído implica un cambio en la totalidad de su ser (Tito 3:5). Este cambio produce nuevos afectos y restaura la voluntad quebrada y sujeta al pecado que éste tenía, para que pueda responder con total libertad a la salvación y actuar en obediencia a la ley de Dios (Ro. 8:7-9). La salvación representa el perdón total de los pecados y también la adopción por la cual los elegidos pasan a ser hijos de Dios en Cristo conforme a su semejanza (Ef. 1:5; Ro. 8:29). La salvación no significa que el hombre no pueda pecar, sino que ya no puede vivir bajo la esclavitud del pecado (1Jn. 3:6-9).

¿Es injusto el plan de salvación?

La salvación no es una obra injusta de Dios, cuando decide salvar únicamente a algunos (Ro. 9:20-23; 1P. 2:7-8). El primer problema con tal suposición descansa en que olvidamos que lo único que merecemos es la muerte y que la condenación es el lamentable resultado de nuestra rebeldía contra Dios (Ro. 3:23; 6:23; 2Ts. 1:6-9). Segundo, por cuanto Dios no le debe misericordia a nadie, él tiene la prerrogativa como Dios soberano, de decidir sobre quién tener misericordia y a quién juzgar (Ro. 8:15-18). Por consiguiente, Dios no es injusto. Al que perdona, lo hace siendo misericordioso y al que juzga, lo hace siendo justo. Uno recibe algo que no merece (gracia) y el otro, lo que merece (juicio), pero nadie, absolutamente nadie recibe injusticia. Si existe algo injusto en la obra de la salvación, es que Jesús fuera condenado por salvar a pecadores y que estos sin contribuir en nada (excepto con su pecado) recibieran eterna salvación. Sin embargo, ni aun la Biblia lo presenta de esa manera, sino como ejemplo del más grande amor, el de aquel que da su vida por el pecador (Ro. 5:8).

Pastor Gilberto Rufat

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