martes, 18 de noviembre de 2014

Reflexión sobre el divorcio en Esdras 10

  Reflexión sobre el Divorcio en Esdras 10
Por: Rev. Gilberto Rufat

Entonces respondió Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras: Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; mas a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel. Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Dios, que despediremos a todas las mujeres y los nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios; y hágase conforme a la ley. (Esdras 10:2-3)

El tema del divorcio es uno profundo y complejo. Un tema que ha herido a muchos y restaurado a pocos. El capítulo 10 de Esdras nos pone ante una problemática ancestral, sobre la cual Dios respondió en tiempos de Moisés en Deuteronomio 24:1-4. Reconocemos que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer en un pacto de compromiso para toda la vida. Es un don único de Dios, al ser comparado a la unión entre Cristo y su iglesia. El mismo provee al matrimonio un medio de compañerismo íntimo; el canal de expresión sexual de acuerdo con las normas bíblicas y los medios para la procreación de la humanidad.


Sin embargo, también por medio de la Biblia vemos, que el divorcio era un acto final y permanente para la relación de la pareja. Si un hombre al casarse con su mujer encontraba algo indecente en ella y la despedía, esto es, se divorciaba de ella, no podría nunca más volverse a casar con ella, aun cuando hubiera muerto la persona con quien ésta había establecido una nueva relación (Dt.24.4).


Hay varios puntos de reflexión que quisiera señalar sobre Esdras 10:


1- Esdras no usó como excusa Génesis 2:24 para no tomar acción sobre una problemática que de no corregirse a tiempo sumiría al pueblo en la oscuridad. Lejos de ello, reconociendo lo que significaba y representaba el matrimonio, actuó entendiendo que aquellas relaciones concebidas fuera de la voluntad de Dios por parte de su pueblo debían ser disueltas.


2- Esdras comprendió que disolver lo que Dios no había ordenado, no podía ser considerado como un pecado. En otras palabras, que aunque si bien es cierto que lo que Dios unió no lo deben separar los hombres, Esdras no supuso con esto, que cada pareja que se casa, se casa dentro de la voluntad de Dios. Por consiguiente, al divorciarse, no estrían separando lo que Dios unió, ya que era obvio que Dios no los había unido.


3- Contrario a la postura de algunos de que la única causal de divorcio permitida en la Biblia es la del adulterio, Esdras presenta ante nosotros, que debemos considerar la salud espiritual, emocional y aun física del matrimonio, así como las repercusiones en la vida de los hijos. De la misma manera, Pablo lo hizo en 1 de Corintios capítulo 7, frente a los matrimonios mixtos.


Es muy fácil decir que no existen razones que justifiquen un divorcio sin reflexionar en la problemática de las relaciones de pareja y en sus consecuencias. Me pregunto, ¿qué le diríamos a otras personas en situaciones como las siguientes? Maltrato emocional o físico al cónyuge o a uno o más hijos, violación conyugal, incesto, embriaguez, falta de sostenimiento económico injustificado, abandono, drogadicción y contagio de enfermedad de transmisión sexual, entre otras. ¿No son tales situaciones tan fuertes y dolorosas, como el adulterio para que una persona explore o considere la posibilidad del divorcio luego de haber orado y buscado ayuda?
 

Conclusión 

Es necesario reiterar que Dios no desea el divorcio de nadie pero tampoco permanece enajenado de la realidad del problema del corazón del hombre. El problema no es Dios, sino la dureza del corazón por causa del pecado (Mateo 19:8). Tampoco Dios está ciego ante las consecuencias, no sólo del divorcio, sino de las repercusiones que este problema acarrea (1Corintios 7). Es por tal motivo, que Dios permitió una ley para regular un mal social y proveer para la restauración, tanto de los individuos afectados como de la sociedad (Deuteronomio 24:1-4). El divorcio es una realidad social que tenemos que enfrentar (Esdras 10). En muchas ocasiones la falta de apertura al tema y la negligencia en la consejería cristiana, trajo como consecuencias el que muchas personas que pudieron ser protegidas o que pudieron proteger a su familia, fueran víctimas de muerte o de daños emocionales permanentes cuando pudieron ser ayudadas y restauradas.

Tal vez, lo más lamentable es que personas que pudieran llegar a nuestras iglesias en búsqueda de ayuda y ser restauradas no lo hagan pues piensan que posiblemente no serán entendidas y peor aún, que serán condenadas, así que se dirigirán en la búsqueda de soluciones a recursos o a personas que no están capacitadas para manejar dicho tema.


Amigo, amiga, hermano en Cristo, el divorcio no es un problema sin solución, pues Dios desea ayudarle, sea proveyendo para la restauración de su matrimonio, sosteniéndole en medio del divorcio y dándole la oportunidad de que alguien más le ame y valore. En Dios siempre hay oportunidades y posibilidades. El divorcio no es bajo ninguna circunstancia, un pecado imperdonable, aunque no deseable.

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