jueves, 6 de noviembre de 2014

La gloria que me diste, yo les he dado - Juan 17:22

"La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno." (Juan 17:22)

En el mundo de los mortales las glorias son temporales y triviales, ya que, dependerán de la cultura, del tiempo o de la época. Por lo general, las mismas están asociadas a reconocimientos y a logros alcanzados por una civilización, un grupo de personas o por alguien en particular.

Dichas glorias, generalmente no apuntan a un evento que beneficie a todos, sino a unos pocos. De hecho, en este mundo, las glorias de algunos suelen ser la desdicha de otros, puesto que son eventos en los cuales se gana ventaja sobre los demás.

Sin embargo, la gloria compartida por Cristo para con sus hijos, está centrada en una relación y no en un evento o cosa. Su gloria no es el cielo, la eternidad o la inmortalidad. Es el poder participar de la comunión con la Deidad, quien es a su vez, una comunidad de tres personas que se aman y se relacionan desde la eternidad.

Para Jesús, no existe nada más valioso que las relaciones, pues es lo que siempre ha compartido la Deidad. Mientras los humanos nos centramos en cosas materiales, la Trinidad se centra en la relación que existe entre estos (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Una relación que se centra sobre la base del amor como elemento común en la unidad.

Por lo tanto, Dios en Cristo ha abierto las puertas hacia una relación eterna con él, la cual ya comenzamos a disfrutar por medio del Espíritu Santo desde el momento de la salvación. La eternidad, por consiguiente, estará centrada en la relación del Padre con sus hijos y no en el mar de cristal o en las calles de oro.

Pastor Gilberto Rufat

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