lunes, 22 de febrero de 2021

El creyente y la sujeción al gobierno - Romanos 13:1-10


Tema: El creyente y la sujeción al gobierno

 

Contexto bíblico: Romanos 13:1-10

 

Introducción

 

En nuestro tiempo algunos cristianos creen que es un deber obedecer al gobierno en cualquier asunto porque entienden que es demandado por Dios. De modo que cualquiera que se expresa en contra de alguna ley del gobierno o decide por motivos de conciencia desobedecer la misma, es acusado de pecar contra lo establecido por Dios y de dar un mal testimonio.

 

Vivimos en un mundo de enormes contradicciones y ellas no quedan fuera de la comunidad cristiana. Mientras se elogia a los primeros cristianos por reunirse en las catacumbas a pesar de la hostilidad y de la desaprobación del gobierno romano, por otra parte, se condenan a los hermanos que de la misma manera que aquellos creen que es un deber congregarse. Otro ejemplo puede verse en la persona de Martín Lutero, quien es altamente elogiado por su entereza de carácter ante los tribunales políticos y religiosos de su tiempo al no someterse a lo que era una clara violación a lo establecido por Dios, pero estos mismos creyentes hoy señalan y condenan a aquellos que por el mismo motivo de conciencia no están dispuestos a someterse a los estatutos o las leyes que entran en conflicto abierto con las Escrituras.

 

La pregunta que esperamos contestar es la siguiente: ¿Tienen los cristianos que obedecer ciegamente las directrices gubernamentales cuando entran en un claro conflicto con la fe y cuando las mismas constituyen una intromisión del estado a la libertad de culto de la iglesia de Cristo?

 

Exposición del texto

 

1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. 3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; 4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. 5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. 6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. 7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. 8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. 9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

 

La carta a los Romanos puede ser dividida en dos partes: la parte teológica de Romanos en los capítulos 1-11 y la segunda parte, la parte práctica de Romanos en los capítulos 12-16. Romanos 13 es parte de la exposición práctica o de los deberes de la vida cristiana que inicia en Romanos 12, por consiguiente, el tema central no es el gobierno, sino que es la responsabilidad del creyente dentro del orden social. Dicho deber comienza con el sometimiento y la entrega primeramente a Dios (Ro. 12:1). Esto conlleva vivir bajo la voluntad de Dios y no conformarse al mundo (Ro. 12:2). Cada creyente es llamado a servir de acuerdo con la gracia recibida (Ro. 12:3-8), a amar a su prójimo y a solicitar la paz aun con sus enemigos (Ro. 12:9-21). Es en este contexto que Pablo introduce el tema de la responsabilidad y de la sujeción de los creyentes a las autoridades superiores.

 

A continuación, algunas verdades importantes que se desprenden de Romanos 13:1-10:

 

1- Dios es la autoridad suprema.

 

La autoridad de Dios difiere de cualquier otra autoridad conocida en que la autoridad de Dios procede de su persona, es decir, que es una inmanente. En otras palabras, que Dios es la norma de la verdad, de lo santo, de lo justo, de lo sagrado y de lo bueno, entre otros, y no lo es el hombre ni ninguna institución humana. Todo en la creación ha de sujetarse al Creador y será juzgado por él. Dios como autoridad suprema ha revelado en su palabra los preceptos y mandatos que todos deben honrar obedeciendo. Por esa misma palabra, todos seremos juzgados y cuánto más aquellos bajo autoridad.

 

2- Toda autoridad humana ha sido establecida por Dios.

 

La Biblia no antepone la libertad individual del hombre al de la sociedad, así que es contraria a toda forma de anarquía. Dios como la autoridad suprema ha delegado autoridad a tres instituciones básicas: la familia, el gobierno y la iglesia. Por tanto, es el deber del padre de familia, de los gobernantes y de los ancianos o pastores en la iglesia hacer cumplir lo ordenado por Dios. No es su tarea crear leyes, sino más bien hacer cumplir las que Dios estableció.

 

Cada una de estas tres instituciones tiene el sagrado deber de servir a Dios dentro del propósito para la que fue creada. No es el deber del gobierno regular el culto y la adoración de la iglesia de Cristo, así como no es el llamado de la iglesia regular el gobierno. Tampoco es la tarea de la iglesia ni la del gobierno la educación y la crianza de los hijos, sino que la misma les corresponde a los padres. Es importante entender que cada institución tiene sus funciones a través de las cuales sirve a Dios.    

 

3- La autoridad fue delegada para preservar orden.

 

El propósito de la familia, del gobierno y de la iglesia es velar por el orden de lo instituido por Dios. Esto significa que estas instituciones no son quienes establecen lo que es bueno o malo, pues esto se establece sobre el carácter santo y justo de Dios. Las mismas tienen una autoridad limitada y condicionada al propósito por el cual fueron establecidas o creadas. Cuando cada uno de ellas cumple con sus funciones se ayudan mutuamente y sirven al orden establecido por Dios, lo que crea armonía y sosiego.

 

4- Las instituciones bajo autoridad tienen el poder para castigar lo malo.

 

Como mencionáramos previamente, las instituciones creadas por Dios tienen el deber sagrado de cumplir con lo establecido por Dios, por tal razón, tienen la responsabilidad de condenar lo que Dios condena y de proteger y valorar lo que Dios valora. La norma para determinar o juzgar entre lo bueno y lo malo les ha sido revelado en las Sagradas Escrituras.

 

Por ejemplo, es la tarea del padre de familia enseñar a sus hijos los mandamientos de Dios y amonestarlos conforme a estos. Es la tarea del estado proteger los derechos inalienables de los hombres como lo son el derecho a la vida, a la libertad de culto y a la propiedad, entre otros. Por esta causa, el estado tiene autoridad para castigar a quienes violentan dichos derechos dados por Dios. Finalmente, es la responsabilidad de la iglesia de Jesucristo dar a conocer el santo evangelio a los hombres a través del mundo y discipular a los creyentes para que lo obedezcan y cumplan con su deber ministerial.  

 

5- La autoridad debe ser respetada y sostenida.

 

La Biblia afirma que las autoridades deben ser respetadas y cuánto más por los creyentes, quienes han de obedecer por motivos de conciencia y no de castigo. Sin embargo, cuando cualquiera de estas instituciones bajo autoridad se sale fuera del marco de lo establecido por Dios, surge la interrogante sobre si los creyentes están obligados a obedecer aquello que entra en contradicción con lo establecido por Dios en su palabra. La contestación a la misma es que bajo esta premisa no están obligados a hacerlo.

 

Presentamos algunos ejemplos bíblicos que nos ayudarán a ver cómo debemos actuar cuando el gobierno impone leyes sobre los ciudadanos que son contrarias a lo ordenado por Dios.

 

Primer ejemplo:

 

En Daniel 3 se halla el caso de los amigos de Daniel (Ananías, Misael y Azarías), quienes desobedecen la orden del rey Nabucodonosor de postrarse a un dios pagano y las consecuencias de ello.

 

(Daniel 3:15-18) 15 Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? 16 Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. 17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. 18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.

 

Es evidente que para Ananías, Misael y Azarías la única adoración debe ser dirigida a Dios, por lo tanto, no obedecieron el dictamen del rey Nabucodonosor no porque se opusieran a su reinado, sino porque de obedecerlo habrían violado el mandato de Dios de no adorar a otros dioses, una verdad fundamental de las Escrituras.

 

Los cristianos no tienen ningún derecho de rebelarse contra el estado por cualquier desacuerdo. Únicamente pueden hacerlo sobre aquellos asuntos que entran en conflicto directo con lo que Dios demanda en su palabra. En el caso de que el gobierno aumentara los impuestos, los creyentes podrían estar en desacuerdo con esto, pero no tienen el derecho de violar esta ley.

 

Segundo ejemplo:

 

En Daniel 6, Daniel desobedece una orden de Media y de Persia y le cuesta ser echado a los leones.

 

(Daniel 6:7-10) 7 Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones. 8 Ahora, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada. 9 Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición. 10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.

(Daniel 6:16) Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre.

 

Daniel desobedeció la orden o ley del rey porque esta iba en contra de su llamado a adorar en todo tiempo a Dios. Es importante destacar que estos hermanos en la fe no actuaron en rebelión contra el gobierno porque no les gustara o por no favorecer al mismo, sino porque lo que el rey requería iba en contra de la ley suprema de Dios.

 

Tercer ejemplo:

 

En Hechos 4, Juan y Pedro se oponen al concilio de ancianos de Jerusalén.

 

(Hechos 4:18-21) 18 Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. 19 Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; 20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21 Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho,

(Hechos 4:27-31) 27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. 29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, 30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. 31 Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

(Hechos 5:17-21) 17 Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; 18 y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. 19 Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: 20 Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida. 21 Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban.

 

Los apóstoles Juan y Pedro no obedecieron al liderato judío porque ninguna institución ni nadie tienen el derecho de impedir la libertad de proclamar el santo evangelio en la persona de Jesucristo. El estado no tiene autoridad para inmiscuirse en los asuntos de la fe, tales asuntos le han sido conferidos exclusivamente a la iglesia de Cristo.

 

Conclusión

 

Concluimos que los creyentes han de someterse al estado y han de mantener el mismo para preservación de la vida en comunidad y para castigo del mal. No obstante, la autoridad superior a la que todo ser humano está llamado a obedecer es al Creador. Ni el estado ni la iglesia ni el padre de familia tienen autoridad para establecer normas que contradigan la palabra de Dios. Su función es la de dirigir y hacer cumplir lo establecido por Dios, esto es, actuar dentro del propósito de Dios, para lo que fueron creadas.

 

Como se ha mostrado, el estado no tiene ninguna autoridad de parte de Dios para restringir la libertad de culto ni para imponer una religión específica. Es la función de la iglesia ser columna y baluarte de la verdad. A ella se le ha conferido y encomendado dar a conocer el evangelio de Jesucristo. La evidencia bíblica muestra ejemplos de otros hermanos en la fe que se opusieron y desobedecieron al gobierno cuando obedecer al gobierno constituía un acto de desobediencia a Dios. Por consiguiente, los cristianos no solo tienen el derecho de diferir de ciertas estipulaciones del gobierno, sino que están llamados a desobedecerlas cuando las mismas signifiquen desobedecer a Dios. Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mt. 22:21; Mr. 12:17; Lc. 20:25).

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