lunes, 25 de noviembre de 2019

¿Quién decís que soy? - Mateo 16:13 al 17



Mensaje: ¿Quién decís que soy?

Base bíblica: Mateo 16:13 al 17


Introducción:

El pasaje de estudio se desarrolla, según Marcos 8:27; mientras Jesús salía con sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Esto fue precedido por un tiempo de oración de Jesús con sus discípulos como lo confirma Lucas 9:18. Algunos comentaristas bíblicos colocan este evento unos seis meses aproximadamente antes de la crucifixión de Jesús. El ministerio terrenal de Jesús llegaba a su fin y era importante que los discípulos tuvieran un entendimiento claro de quién él era. Porque le “era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21).

Los discípulos habían sido testigos de innumerables milagros y habían participado de la proclamación del mensaje de que el reino de los cielos se había acercado. Pero se acercaba el tiempo en el que las circunstancias, sumado a su falta de entendimiento, los llevaría a dudar, así como le ocurriera a Juan el Bautista (Mateo 16:23). Ser un discípulo de Jesús se convertiría en un gran riesgo, por cuanto sus vidas correrían peligro (Mateo 16:25-26). Jesús los confrontaría con el alto costo del discipulado (Mateo 16:24). Sin embargo, les fue anunciado que cuando vieran al Hijo del Hombre viniendo en su reino, llegarían a estar dispuestos a dar sus vidas por el evangelio (Mateo 16:28).

Exposición del pasaje:

Mateo 16:13a “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, …”

Judea poseía dos regiones llamadas Cesarea. La etimología del término Cesarea significa perteneciente a César o ciudad del César. Mateo y Marcos identifican que estos se encontraban en Cesarea de Filipo. Este lugar era considerado un lugar mítico porque se decía que había sido el lugar del nacimiento del gran dios Pan, el dios de la naturaleza griega.

En el tiempo de Jesús, el lugar alcanzó importancia debido a la construcción de un templo de mármol blanco erigido al César por Herodes el Grande. El cual Felipe, hijo de Herodes, posteriormente hermoseó aún más y le añadió su nombre para distinguirla de la Cesarea que estaba en la costa del Mediterráneo.

Según el teólogo William Barclay, esta “Cesarea estaba a unos cuarenta kilómetros al Noreste del Mar de Galilea. Estaba fuera del dominio de Herodes Antipas, que era el gobernador de Galilea, y dentro del área del tetrarca Felipe. La población era principalmente gentil, así es que Jesús podría tener allí paz para enseñar a los Doce”. Los evangelios sinópticos narran que Jesús aprovechó el momento para preguntarle a sus discípulos lo que creían de él. Jesús los había mandado a guardarse de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Estos líderes judíos representaban los dos movimientos religiosos más importantes de la Judea del primer siglo. Movimientos que no reconocieron a Jesús como el Mesías prometido, sino que unieron fuerzas para destruirlo.   

La primera pregunta de Jesús

Mateo 16:13b al 14 Jesús “…preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”.

En Mateo 16:13, Jesús hace uso de la formulación de preguntas como un método didáctico en el proceso de enseñanza y aprendizaje con sus discípulos. Jesús no les preguntó a sus discípulos lo que el gentío pensaba sobre él porque no lo supiera. La pregunta iba dirigida a que los discípulos comenzaran a pensar sobre la importancia de quién Jesús era y de cómo su conocimiento sobre él difería de lo que el mundo pensaba.

El método socrático es uno de los enfoques educativos más antiguos. Persigue la enseñanza junto al desarrollo del pensamiento crítico. Su principal característica es la eliminación de pretensiones de certeza con el objetivo de animar a una comprensión más profunda de un tema en particular. La primera pregunta comienza el proceso de enseñanza. Jesús les pregunta a sus discípulos en Mateo 16:13 “… ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. En Marcos 8:27, la pregunta lee: “… ¿Quién dicen los hombres que soy yo?”; mientras que en Lucas 9:18, la pregunta lee: “… ¿Quién dice la gente que soy yo?”

Como estableciéramos previamente, la primera pregunta no fue hecha para proveerle conocimiento a Jesús sobre lo que la gente pensaba sobre él. Tampoco fue dirigida a investigar lo que los discípulos pensaban sobre quién era el “Hijo del Hombre”, porque Jesús les había expresado que él lo era en otras ocasiones. En Mateo el término “Hijo del Hombre” es el nombre principal utilizado por Jesús para referirse a sí mismo. Este aparece en treinta versículos, siendo el nombre más importante, por cuanto lo identifica con el reino. Esta expresión proviene de Daniel 7:13 al 14 donde se profetiza que un “hijo de hombre” recibiría un reino eterno dado por Dios, en los días postreros del cuarto imperio gentil sobre Judá.

La contestación de los discípulos a la primera pregunta

La respuesta de los discípulos fue la siguiente: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”.

¿Qué procuró Jesús con la primera pregunta?

1- Al responder a la pregunta, los discípulos se percatarían de lo enseñado anteriormente por Jesús. Se darían cuenta de que nadie, absolutamente nadie puede conocer quién es Jesús y venir a él, sin que el Padre obre en el mismo. El hombre natural no puede llegar por sí mismo al conocimiento salvador de quién es Jesús. La respuesta de los discípulos dejaría claro que entre los que no se opondrían al ministerio de Jesús, algunos podrían ver en Jesús no más que a un profeta. El problema con tal creencia es que Jesús es más que un profeta. Jesús es la palabra encarnada de Dios, el sumo sacerdote enviado por Dios a favor de los que heredarían salvación, así como el Mesías, rey del reino de Dios.

2- La contestación a esta pregunta serviría también para que los discípulos comprendieran por qué el pueblo de Israel se rebelaría posteriormente contra Jesús y lo condenaría a muerte como Jesús claramente lo manifestaría.  

La segunda pregunta de Jesús

Mateo 16:15 al 16 “Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

¿Qué procuró Jesús con la segunda pregunta?

La segunda pregunta serviría al propósito de que los discípulos se vieran en la necesidad de articular su fe sobre Jesús, para contrastarla con lo que el pueblo pensaba sobre él. La pregunta que debía surgir en sus mentes es la siguiente: ¿Por qué ante el mismo mensaje del evangelio y de las mismas señales que acompañaron a Jesús durante su ministerio unos pocos llegaron al conocimiento de la verdad; mientras que otros solamente pudieron acercarse a la misma? 

La contestación de los discípulos a la segunda pregunta

La contestación de Pedro en el evangelio de Mateo 16, unifica tres términos importantes sobre la persona de Jesús en uno: el Hijo del Hombre, el Cristo y el Hijo del Dios viviente.

1- Como el Hijo del Hombre, Jesús es aquel a quien Dios el Padre le entregaría el dominio de su reino.

2- Como el Cristo, el Mesías o el Ungido de Dios, Jesús es quien traería salvación al remanente previamente anunciado por los profetas en los postreros días.

3-  Como el Hijo del Dios viviente, Jesús es más que un profeta o que el cumplimiento del rey anunciado, ya que él es Dios en la carne. Él es Emanuel Dios con nosotros.

De esta declaración se desprende que Jesús es Dios encarnado manifestado para ser el rey ungido por Dios para la salvación del pueblo escogido. Esto contrasta con la idea general del pueblo judío de un rey humano levantado por Dios de la casa de David para llevar al pueblo de Israel a la gloria postrera.

Antes de la caída, toda la creación se encontraba directamente bajo el dominio del reino de Dios. Después de la caída, la Biblia enseña que hubo una separación entre Dios y los hombres, quedando toda la creación afectada por la introducción del pecado. Resulta maravilloso que en la afirmación de Pedro, Jesús sea presentado como heredero del trono de Dios, así como del trono de David. Porque en la persona de Jesús, cien por ciento hombre y cien por ciento Dios, se unifica el plan soberano de Dios para restablecer su reino caído entre los hombres. De manera que podemos afirmar que Jesús es el cumplimiento de la oración venga a nosotros tu reino. No solo porque únicamente a través de Jesús podemos ser salvos, sino porque por medio de él todas las cosas son hechas nuevas, para la gloria de Dios.

La afirmación de Jesús a la contestación de Pedro

Mateo 16:17 “Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.

La aseveración de Jesús a la contestación de Pedro establece lo que sigue:

1- Solamente Dios puede revelar a su Hijo a los hombres. La salvación es un milagro de la gracia de Dios en la que los ciegos llegan a ver, a los sordos se les permite escuchar y a los muertos se les resucita para vida eterna.

2- La salvación es una bienaventuranza, un acto de la gracia de Dios que no merecemos, que no puede ser alcanzado y que únicamente puede ser recibido por medio de la fe en Jesucristo.

3- La gracia en la salvación es un asunto de la soberanía de Dios y no es una decisión de los hombres, por cuanto estos son esclavos de su propia voluntad caída y pecadores que por naturaleza han sido destituidos de la gloria de Dios.

Conclusión:

Concluimos que el cristianismo no puede existir donde no existe una clara comprensión de quién es Jesús. Que ser cristiano es más que estar de acuerdo con el evangelio. Que nadie es cristiano por tomar una decisión, sino que llega a serlo por un acto de la gracia de Dios. Que en dicho acto, Dios cambia el corazón para que el pecador pueda proceder al arrepentimiento de sus pecados y a la fe en Jesucristo para salvación.

Donde Dios no ha obrado salvación, debemos continuar orando y testificando del mandato de responder en arrepentimiento y fe en Jesucristo. Finalmente, debemos confiar en que Dios continuará llamando a salvación a sus elegidos.

Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat

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