sábado, 18 de abril de 2020

La abominación desoladora de Daniel


La abominación desoladora de Daniel

"Después de haber ejercido el poder Nerón durante trece años, y habiendo durado los reinados de Galba y de Otón un año y seis meses 38, Vespasiano, que se había distinguido en las operaciones bélicas contra los judíos, fue nombrado emperador en la misma Judea, tras ser proclamado señor absoluto por el ejército allí acampado. Encaminándose, pues, en seguida hacia Roma, puso en manos de su hijo Tito la guerra contra los judíos.

Después de la ascensión de nuestro Salvador, los judíos añadieron al crimen cometido contra él la invención de innumerables asechanzas contra sus apóstoles: Esteban fue el primero que eliminaron, lapidándolo; después de él, Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, al que decapitaron; y después de todos, Santiago, el que después de la ascensión de nuestro Salvador fue el primero que se designó para el trono episcopal de Jerusalén y murió de la manera que ya hemos dicho. Y los demás apóstoles sufrieron mil asechanzas de muerte y fueron expulsados de la tierra de Judea. Sin embargo, con el poder de Cristo, que les había dicho: Id y haced discípulos de todas las naciones en mi nombre, dirigieron sus pasos hacia todas las naciones para enseñar el mensaje.

Y no sólo ellos. También el pueblo de la iglesia de Jerusalén, por seguir un oráculo remitido por revelación a los notables del lugar, recibieron la orden de cambiar de ciudad antes de la guerra y habitar cierta ciudad de Perea que recibe el nombre de Pella46. Emigrados a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, desde ese momento, como si los hombres santos hubieran abandonado por completo la misma metrópoli real de los judíos y toda la región de Judea, la justicia divina alcanzó a los judíos por las iniquidades que cometieron contra Cristo y sus apóstoles, y borró de entre los hombres aquella misma generación de impíos.

Quien quiera, pues, saber con exactitud los males que entonces afluyeron sobre toda la nación en todo lugar, y cómo en especial los habitantes de Judea se vieron empujados hasta el fondo de las calamidades, cuántos millares de jóvenes, de mujeres y de niños perecieron por la espada, por el hambre o por otros innumerables géneros de muerte, y cuántas y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas, y también cuántos horrores y más que horrores contemplaron los que se refugiaron en la misma Jerusalén, por ser metrópoli muy fortificada, sí como la índole de toda la guerra, los acontecimientos que en ella se sucedieron y cómo, finalmente, la abominación de la desolación anunciada por los profetas se instaló en el mismo templo de Dios, tan célebre antiguamente, que sufrió toda suerte de destrucción y, por último, fue aniquilado por el fuego: todo esto lo hallará en la narración escrita por Josefo.

Pero es necesario señalar que este mismo autor refiere que el número de los que de toda Judea se concentraron los días de la fiesta de la Pascua en Jerusalén, como en una cárcel, por decirlo con sus palabras, era de unos tres millones.
Se imponía, pues, el que en los días en que habían dispuesto la pasión del Salvador y bienhechor de todos y Cristo de Dios, en esos mismos, encerrados como en una cárcel, recibieran la ruina que los alcanzaba de parte de la justicia de Dios.

Mas pasando por alto lo que les fue sobreviniendo y los intentos que hubo contra ellos con la espada y de otras maneras, creo necesario aducir solamente las calamidades causadas por el hambre, para que quienes lean este escrito puedan saber en parte cómo no tardó mucho en alcanzarles el castigo divino por su crimen contra el Cristo de Dios".

~ Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica. Libro 3, capítulo 5.

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