¿Qué enseña la Biblia con respecto a los que
causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina?
“Mas os
ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en
contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus
propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los
ingenuos” (Romanos 16:17-18)
Mientras muchos son de bendición a la
iglesia, otros son agentes de división y tropiezo. No debemos sorprendernos si
queriendo hacer la voluntad de Dios, hallamos oposición, pues siempre ha
existido y existirá. A la vez que usted sea llamado a edificar los muros, los Tobías
y los Sanbalat se opondrán (Neh. 2:10; 4:1). El diablo tratará de obstaculizar
la obra de Dios y buscará detener el progreso, por cuanto no puede detener su
obra (Mt. 16:18).
Estos versículos muestran el
celo del apóstol por la preservación del mensaje de la palabra de Dios, tal
como se nos ha sido conferido. No hay cabida para interpretaciones privadas ni
para ideas contradictorias a lo previamente establecido o enseñado.
“Amados,
por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común
salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis
ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque
algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido
destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje
la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor
Jesucristo.” (Judas 1:3-4)
Como diría Pablo a los Gálatas, sea anatema quien posea la osadía de
reinterpretar o de cambiar el mensaje de la palabra de Dios (Gá. 1:8-9). Los
cristianos tenemos un solo marco de referencia, la palabra profética más segura,
según expresara el apóstol Pedro inspirado por el Espíritu Santo.
“Entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana,
sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo.” (2Pedro 1:20-21)
En nuestros días, se
realiza una infinidad de esfuerzos para promover y adelantar la agenda del
movimiento ecuménico. Uno, en el cual para alcanzar la unidad, las iglesias
deben estar dispuestas a renunciar a los principios y las doctrinas que
consideran bíblicas. Sin embargo, Pablo llama a evitar y a alejarse de los que
causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina. ¿Quién nos ha enseñado
que la unidad precede a la doctrina? La doctrina o enseñanza bíblica es la que
le da sentido, armonía y propósito al cuerpo, a la iglesia. Lo demás es pura
hipocresía religiosa y un engaño a la verdad.
La iglesia no debe tener principios que
no pueda sostener bíblicamente. El creyente tiene la responsabilidad de
obedecer y honrar lo que Dios estableció. Debemos ser moldeados con su palabra
y no ajustar la misma a nosotros. Lo primero sirve a la obra de Dios, lo segundo,
al trabajo del diablo. Pablo reconoce que dentro de la iglesia residen agentes
de corrupción, a los que estamos llamados a no aceptar y a apartarnos de ellos.
“Porque si viene alguno
predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro
espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis
aceptado, bien lo toleráis.” (2Corintios
11:4)
“Si
alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le
digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa
en sus malas obras.” (2Juan 1:10-11)
Tales ministros sirven y apelan a los
sentidos, a lo sensual, de manera que los ingenuos no pueden ver la diferencia
entre servir a Dios y buscar servirse a ellos mismos. El evangelio diluido no
sirve ni para alimentar a un ratón de laboratorio, pues sólo le crearía desnutrición y
luego, cáncer. La madurez en la doctrina es esencial y requerida por el Señor
para no caer en las artimañas del enemigo.
“Para
que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos
en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el
cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor. (Efesios
4:14-16)
Pastor Gilberto Miguel Rufat
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