"Y dio a luz a su hijo primogénito, y
lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para
ellos en el mesón". (Lucas 2:7)
Si de algo estoy convencido es que la providencia de
Dios no falla. Dios provee para que su soberano plan tenga cumplimiento. Es así
como comienza el capítulo dos de Lucas, en donde vemos a Dios proveyendo para
que José y María, a pesar de lo adelantado del estado de embarazo, se vean
forzados a ir a Belén por orden de un edicto. De manera, que se cumpliese la
profecía sobre dónde habría de nacer el Mesías (Mateo 2:5-6).
No obstante, en la misma narración se nos dice que María tuvo que dar a luz en un pesebre o establo, porque no había lugar para ellos en el Mesón. ¿No cree que Dios pudo haber arreglado todo de modo que Jesús naciera al menos en el Mesón? La lectura del capítulo dos de Lucas nos da la razón. La misma no fue por un imprevisto o un cabo suelto dentro del plan, sino que fue parte de éste, pues Dios lo eligió para de esa manera revelarse a los pastores que velaban en aquella región. Cuando Dios se propone revelarse a alguien, él escoge de manera anticipada y apropiada el lugar, el tiempo y la forma o manera.
Lo mismo sucedió con la llegada de los sabios o los magos de oriente. Llegaron a la casa porque ese fue el lugar y el tiempo, a fin de que estos hombres llegaran a adorar y proveyeran los recursos económicos (oro, incienso y mirra) para el viaje y la estadía de la familia en Egipto. Además, para dar paso a la profecía de Jeremías 31:15, que profetizaba la matanza de los niños, según narrada en Mateo 2:12-18, así como la salida posterior de José, María y Jesús de Egipto, según Oseas 11:1.
No obstante, en la misma narración se nos dice que María tuvo que dar a luz en un pesebre o establo, porque no había lugar para ellos en el Mesón. ¿No cree que Dios pudo haber arreglado todo de modo que Jesús naciera al menos en el Mesón? La lectura del capítulo dos de Lucas nos da la razón. La misma no fue por un imprevisto o un cabo suelto dentro del plan, sino que fue parte de éste, pues Dios lo eligió para de esa manera revelarse a los pastores que velaban en aquella región. Cuando Dios se propone revelarse a alguien, él escoge de manera anticipada y apropiada el lugar, el tiempo y la forma o manera.
Lo mismo sucedió con la llegada de los sabios o los magos de oriente. Llegaron a la casa porque ese fue el lugar y el tiempo, a fin de que estos hombres llegaran a adorar y proveyeran los recursos económicos (oro, incienso y mirra) para el viaje y la estadía de la familia en Egipto. Además, para dar paso a la profecía de Jeremías 31:15, que profetizaba la matanza de los niños, según narrada en Mateo 2:12-18, así como la salida posterior de José, María y Jesús de Egipto, según Oseas 11:1.
Por ende, no debemos hacer de un lugar y un tiempo específico
el motivo de nuestra adoración, sino a Jesús por haberse revelado a nuestra
vida. Según en la primera navidad Dios decidió revelarse a algunos y dejar en
oscuridad a otros, del mismo modo soberanamente hace hoy. Sobre los que desea
salvar trae luz e iluminación, con el propósito de ser guiados a Jesús para
salvación, mientras que a otros deja en las concupiscencias de su necio corazón
(Romanos 1:18-32).
La navidad no se centra en una estampa en un
pesebre (con los pastores) o en la casa (con los sabios de oriente), pues la
navidad se enmarca en la encarnación del Hijo para traer salvación a aquellos
que en la gracia del Padre y por medio del Espíritu Santo serían llamados a
salvación (Hebreos 2:10-17).
Pastor Rufat
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