La providencia de Dios es una de las doctrinas más
confortantes para los creyentes. ¿Por qué? Porque ella establece, según las
Escrituras, que Dios no es sólo el creador, sino el que sustenta y gobierna
sobre su creación. De manera que nada surge de la nada, pues la vida no es el
proceso o el resultado de las circunstancias, del tiempo y el devenir. De ahí
que el tema de la providencia de Dios sea uno de gran importancia. La
providencia del latín “providentia” significa la disposición anticipada o
prevención que mira o conduce al logro de un fin. Millard Erickson le llamó la
obra continua de Dios. En su libro de teología sistemática presenta que la
palabra providencia tiene la connotación de actuar con prudencia y de preparar
para el futuro. Millard afirma que la providencia de Dios también tiene dos
aspectos importantes:
1- La conservación o sustento – Dios mantendrá y sustentará
toda la obra de su creación para su existencia. La creación no tiene existencia
en sí misma, sino que depende de Dios completamente. Lamentablemente, algunos
creyentes que creen en la evolución piensan que el sistema es en cierto sentido
autoindependiente de Dios.
2- El gobierno o providencia – Dios dirige el curso de todo
cuanto sucede para cumplir sus propósitos y planes. Esto significa que el mundo
va en un curso de historia lineal hacia el fin del cumplimiento del decreto de
Dios.
No obstante, existen otras formas de ver o entender este
tema. Por ejemplo, para los deístas, Dios creó el mundo como un reloj, colocó
todos los mecanismos necesarios, le dio cuerda y observa desde lejos. Según
estos, la creación responde a las leyes que Dios dispuso cuando creó, dejando
la creación a merced de estas leyes y no de la obra y la mano directa de Dios.
Por otra parte, otros entienden que existe una creación continua. Karl Heim
define la idea de que Dios realmente crea al mundo nuevamente en cada instante
de tiempo. Por tal razón, el mundo está constantemente dejando de ser y Dios
continuamente le está devolviendo a la existencia. El problema con estos dos
puntos de vista es que uno deja afuera a Dios y el otro simple y sencillamente
coloca a Dios sólo como creador y no como sustentador y gobernante de su
creación.
Un ejemplo de la doctrina de la providencia que más llama mi
atención es la historia de José en el libro de Génesis. Todo lo que sucedió
bueno o malo en la vida de José, ya fuera a través de sus ojos, los de sus
hermanos y aun los de su padre Jacob, redundó para bien de José y para provisión
del pueblo de Dios en un tiempo de crisis. José expresó lo siguiente acerca de
la providencia de Dios.
“Vosotros
pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos
hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.” (Génesis 50:20)
Dios no prometió librarnos de todas las vicisitudes de la
vida, pero sí prometió estar con nosotros todos los días y hasta el fin del
mundo (Mateo 28:20). Nuestro final está garantizado, porque al igual que Dios es
rey sobre su creación, así gobierna nuestras vidas como sus hijos. Sin embargo,
cuando vemos la vida de forma pasajera y sin una perspectiva de eternidad, perdemos
de vista que Dios siempre está obrando como lo prometió y lo determinó antes de
la fundación del mundo (Efesios 1:3 al 4).
Romanos 8:28 lo presenta como sigue.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados”
Una lectura
simple de Romanos 8:28 parece indicar que es el amor de los hijos de Dios, lo
que hace que las cosas sean encaminadas para bien. Pero la Biblia enseña que
nuestro amor a Dios es una respuesta a su amor, porque él nos amó primero (1 Juan
3:1; 4:9). De manera que lo que realmente dice el pasaje es que los que son
llamados por Dios, quienes pueden responder a su amor, en ellos, Dios obra para
que en todas las cosas su propósito sea cumplido. Si invertimos el orden del
versículo, desde su final hacia el inicio, leería algo así: Los que son llamados conforme al propósito
de Dios, todas las cosas les ayudan a bien, porque han sido amados por Dios.
Ya que nadie
puede llamarse a sí mismo (Juan 6: 37,44 y 65), lo único que es posible hacer
es responder al llamado de Dios. No obstante, aún esta respuesta es obrada por
la obra del Espíritu Santo en la regeneración de los santos, según el
determinado consejo de Dios antes de la fundación del mundo.
“Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos
también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó.” (Romanos 8:29 al 30)
De modo que el
creyente no vive a expensas de sus decisiones, ni del devenir o del destino, por
cuanto el creyente vive por la gracia de Dios. Romanos dice que a los que Dios
predestinó (separó para sí mismo desde la eternidad), a éstos llamó (salvó) y a
los que llamó, a éstos justificó (perdonó completamente) y finaliza expresando
que a los que justificó, a éstos glorificó (les dio entrada a la eternidad con
él). Por tal razón, en todas las cosas que les acontecen a sus hijos, Dios obra
y provee para que su voluntad en ellos se cumpla, como se lo expresara a Jacob.
“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que
fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya
hecho lo que te he dicho.” (Génesis 28:15)
Por lo
tanto, la garantía de que todas las cosas les ayudan a bien, según Romanos
8:28, descansa en el amor de Dios por los hijos que predestinó y no en el amor
de sus hijos. La respuesta de sus hijos, aunque importante, es secundaria,
porque fue Dios quien los amó primero. De otra forma, el amor de los hijos
jamás se hubiese producido.
Concluimos
que la providencia de Dios es vital para la tranquilidad y la seguridad
de sus hijos, pues garantiza lo siguiente, entre otros:
1- Los planes de Dios nunca serán frustrados.
2- Dios ha hecho provisión para sus hijos.
3- Nada ni nadie nos separará del amor de Dios en Cristo
Jesús.
4- El mal y la fatalidad nunca triunfarán.
5- Todo redundará para la gloria de Dios.
6- Los creyentes podemos y debemos confiar en la obra de
Dios.
7- Tenemos un sin número de razones para alabar y glorificar
a Dios con nuestras vidas.
“Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38 al 39)
Pastor Gilberto Miguel Rufat
Audio:
https://www.dropbox.com/s/502gjq9855wvs68/LA%20PROVIDENCIA%20DE%20DIOS%20-%20Gilberto%20Miguel%20Rufat.mp3?dl=0