¿Qué es la
adoración contemporánea?
Tengo que
admitir que bíblicamente no sé a qué se refieren algunos cristianos e iglesias
con cultos de adoración contemporánea, por cuanto no aparece en la Biblia. Ya
puedo escuchar a alguien argumentando que tampoco aparece la palabra Biblia,
Trinidad ni libre albedrío, entre otras. El problema no consiste en que no
aparezca la palabra en la Biblia, sino en que la expresión es ajena a lo que la
Biblia enseña sobre la adoración. De lo que podemos estar seguros es a qué se referían
los primeros cristianos al utilizar el término adoración.
El vocablo adoración
era ampliamente conocido y de gran importancia para los primeros creyentes judíos.
La palabra adoración es utilizada en el Antiguo Testamento en más de 170 ocasiones.
El término hebreo שָׁחָה “shajah” significa adorar, postrarse, bajarse,
inclinarse. En el Nuevo Testamento varias palabras griegas expresan el acto de
adoración.
1- Adoráis del griego “eusebeo” εὐσεβέω
significa actuar piadosamente.
2- Adorar del griego “proskuneo” προσκυνέω palabra compuesta de “pros”, hacia y “kuneo” besar. La misma se traduce como hacer reverencia, dar obediencia o rendir homenaje.
3- Adorar del griego “sebo” σέβω se traduce como reverenciar, enfatizando el sentimiento de maravilla o de devoción.
4- Adorando del griego “sebazomai” σεβάζομαι acto de honrar religiosamente.
5- Servicio del griego “latreuo” λατρεύω representa el acto de dar servicio u homenaje religioso.
De estas palabras griegas se desprende que la adoración a Dios representa el acto de sumisión del creyente ante el reconocimiento de su santidad y de nuestra condición pecaminosa. Es la manifestación libre, consciente y con entendimiento de un pecador que ha sido transformado por la gracia de Dios. Implica un acto privado o público de reverencia al que le salvó. Es una expresión de gratitud que nace con la regeneración y que se desarrolla a través y se expresa por medio de la palabra de Dios. La adoración es también un acto de reverencia a Dios.
Cuando leemos el libro de Levítico, podemos ver lo meticuloso y detallado de cómo Dios requirió ser adorado y reverenciado por medio de cada uno de los sacrificios y las ofrendas ofrecidas a él. Los levitas no eran un coro o un grupo musical que cantaba para que el pueblo lo escuchara, sino a Dios. En otras palabras, que su adoración principal a Dios no se expresaba con cantos, sino en servicio y obediencia a Dios. Es un hecho que cuando los hijos de Aarón (sacerdotes) pretendieron cambiar lo establecido por Dios, murieron en el ejercicio de la adoración por presentar a Dios fuego extraño que Dios no había aprobado (Levítico 10:1-3).
Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló. (Levítico 10:1 al 3)
La verdadera adoración se conforma a la revelación de Dios en las Escrituras. Por consiguiente, la adoración es teológica en origen y naturaleza. Los primeros cristianos conocían esta realidad, aún cuando carecían de poseer de manera personal todo el consejo de Dios, la Biblia. Es un hecho histórico el papel que jugó la adoración en los primeros siglos de la iglesia. Era uno de los medios por el cual, confesaban su fe y devoción a Jesucristo, conscientes de que ello pudiese representar ante el estado romano un acto de traición al Cesar, pues se negaban a reconocer a alguien más como Señor de sus vidas, fuera de Jesucristo.
La adoración personal y colectiva de los primeros cristianos fortaleció su fe y abonó a la propagación de la misma. Las persecuciones no erosionaron la adoración de los verdaderos creyentes, más bien la promovieron. En cambio, cuando llegó el tiempo de complacencia y de una aparente paz para los cristianos, por causa de la integración del cristianismo a la política romana, la adoración se corrompió en su propósito y en su práctica.
En nuestro tiempo se llama adoración a casi cualquier cosa que un creyente haga, siempre y cuando salga del corazón y vaya dirigido a Dios. Sin embargo, no podemos llamar adoración (bíblicamente hablando), a todo acto a través del cual una persona o un grupo de personas expresa una idea u opinión sobre Dios. La verdadera adoración ha de exaltar la naturaleza y los atributos de Dios. Llamar adoración a aquello que no se conforma a la palabra de Dios y a su revelación, no es correcto. Jesús mismo le dijo a la mujer samaritana lo que sigue:
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. (Juan 4:20 al 23)
No se puede adorar lo que no se conoce, así como tampoco a quien no hemos rendido nuestra vida. La verdadera adoración es una vida rendida al servicio de Aquel que con amor eterno nos amó. La misma, así como la limosna, la oración y el ayuno han de ser dirigidos y expresados únicamente a Dios (Mateo 6:1-18) y no a la congregación, entendiendo que ha de ser recibida o aprobada por él. Por lo tanto, es necesario evaluar con carácter de urgencia lo que le presentamos a Dios en nuestros cultos y en nuestra vida diaria a Dios.
Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat
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