lunes, 12 de octubre de 2015
domingo, 11 de octubre de 2015
jueves, 8 de octubre de 2015
¿Existe tal cosa como una pre-regeneración antes de la total regeneración?
¿Existe tal cosa como una
pre-regeneración antes de la total REGENERACIÓN?
Si el problema de la depravación total del hombre consiste
en su total incapacidad o inhabilidad para procurar o querer la salvación por
causa de su propia naturaleza pecaminosa, entonces ¿cómo podrá salvarse, sin
que primero medie un cambio en su naturaleza, producto de la gracia divina?
Esto es lo que la Biblia llama la regeneración (Tito 3:5) o el nuevo nacimiento
(Juan 3:3).
Ahora bien, si Dios opera la regeneración en el pecador, lo que
es un cambio de corazón, ¿cómo algunos pueden decir que aún así puede el
regenerado resistirse a la gracia salvadora? La contestación que presentan los
opositores a la soteriología bíblica es que el pecador no ha sido regenerado
totalmente. Los mismos inventan términos como la pre-regeneración, dando a
entender que sin un cambio de corazón, el Espíritu Santo puede presentarle la
verdad e iluminarlo, pero no convencerlo, de forma tal, que la salvación pueda
ser rechazada.
Primeramente, no existe tal cosa en toda la Biblia como la
de una pre-regeneración o un pre-nacimiento. ¿Conoce de alguna mujer semi-preñada
o semi-embarazada? Esto es absurdo, pues sabemos que no es real. En segundo
lugar, es de conocimiento general, que según las profecías del nuevo pacto, ningún
hombre podrá desear ni querrá seguir a Dios, sin un cambio de corazón (Jeremías
31:31-34; 32:37-41; Ezequiel 36:26-27). Por ende, es irracional presentarle un
diamante a un niño para que lo valore, por cuanto está incapacitado para
hacerlo. De modo, que el ser humano no puede resistir la gracia divina, sino
que sin un cambio de corazón seguiría depravado, por tal razón, la rechaza.
El problema teológico que algunos líderes no comprenden es
que el evangelio no consiste en un plan para llamar a personas malas, a fin de
que sean buenas, puesto que el plan de Dios radica en llamar muertos a la vida,
a través de su soberana gracia (Efesios 2:1; Colosenses 2:12). Es por eso que
la Biblia compara la salvación con la resurrección, porque solamente Dios puede
devolver a la vida lo que está muerto. Ejemplo de ello, lo encontramos en el
valle de los huesos secos, tal como Dios se lo reveló al profeta Ezequiel en el
capítulo treinta y siete.
Si el problema para algunos reside en que Dios es injusto al
escoger a unos sí; mientras que a otros no los escoge, debemos recordar que él
sigue siendo soberano y nos guste o no nos guste, esto es lo que la Biblia
enseña (Romanos 9:18-24; 11:5-10; 1Pedro 2:6-10). Por otro lado, si el problema
es que Dios no puede violar el libre albedrío, le pregunto ¿cuál albedrío? ¿O
acaso, nos molesta la intervención divina, si de salvación se trata? No he
sabido de ningún pastor, evangelista o llamado “apóstol” que jamás haya predicado
sobre “la injusticia del milagro del estanque de Betesda” (Juan 5:1-18) o de “la
injusticia en la resurrección del hijo de la viuda de Naín” (Lucas 7:11-17). Jesús
simplemente obró sin que mediara la fe en el primero y en el segundo, sin
preguntar, ejerció su soberanía al llevar a cabo la resurrección.
La salvación es el resultado del decreto divino, predestinado
antes de la fundación del mundo y mediante el cual, a su debido tiempo, Dios
llama a salvación a aquellos que según el puro afecto de su voluntad fueron
escogidos para recibir dicha gracia sin la intervención de obra humana alguna.
Los tales, al momento de ser llamados, son resucitados del estado de muerte en el
que se encontraban mediante la regeneración para ser persuadidos por el poder
del evangelio. Por consiguiente, no existe tal cosa como una semi-regeneración
o como algunos le han llamado, una pre-regeneración.
Pastor Gilberto Rufat
miércoles, 7 de octubre de 2015
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí” - Juan 6:37
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y
al que a mí viene, no le echo fuera.” (Juan 6:37)
Básicamente,
la mayoría de los cristianos cree que todos los que se acercan a Jesús son
recibidos por él. Sin embargo, Jesús no asegura tal declaración o enseñanza en
este versículo. Jesús señala que todo lo que el padre le da, vendrá a él y lo
que el Padre le da, él no lo echa fuera. ¿Qué es lo que Jesús no echa fuera? A
todos los que el Padre le da para que se acerquen a él.
El
verbo da del griego δίδωμι – “dídomi” significa conceder, confiar, entregar.
Por consiguiente, Jesús está diciendo, que únicamente Dios puede atraer hacia el
Hijo, los que han de ser salvos. Esto es congruente y consistente con otras
declaraciones de Jesús en el mismo contexto del pasaje.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre
que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:44)
“Y
dijo: Por eso os he dicho que ninguno
puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.” (Juan 6:65)
De
manera, que solamente Dios el Padre puede hacer que los pecadores vengan arrepentidos
y con fe a Jesús para salvación; aunque reconocemos, que en el contexto de este
pasaje, cualquier pecador podría acercarse a Jesús buscando un bien o un favor
humano. Veámoslo en las propias palabras de Jesús.
“Respondió
Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis
el pan y os saciasteis.” (Juan 6:26)
El
pecador, estando imposibilitado de querer y desear acercarse a Jesús por causa
de su propia naturaleza, no puede por sí mismo venir a él. Es ahí donde la
gracia divina concedida desde antes de la fundación del mundo, señaló a los que
habrían de ser salvos, sin mediación de obra humana alguna, sino por causa de
la inmerecida misericordia de Dios. Por tal razón, sólo los que el Padre le da
al Hijo, vendrán a él. ¡Gloria a Dios por la inmerecida misericordia de Dios, a
través de la cual los elegidos son conducidos a Jesús para hallar salvación! Jesús
dijo:
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí…” (Juan 3:37)
El verbo vendrá del griego ἥκω – “jéko” significa llegar, estar presente. Por
consiguiente, la salvación es el resultado de la voluntad de Dios y no de la voluntad
humana. Por cuanto es conducido a Jesús no por su “libre albedrío”, sino por disposición
y elección divina, mediante el llamamiento eficaz obrado por la regeneración producto
de la obra del Espíritu Santo.
La salvación
está asegurada en Cristo, quien categóricamente afirma que nada de lo que el
Padre le da se perderá. Nuestra salvación descansa en la obra de Cristo y no en
ninguna obra nuestra, ni aun la decisión de venir a Cristo, pues ello fue el
resultado de lo que el Padre nos concedió en Cristo.
“…y al que a mí viene, no
le echo fuera.” (Juan 3:37)
¡SOLI DEO GLORIA!
Pastor Gilberto Rufat
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