martes, 7 de febrero de 2017

¿Enseña la Biblia el concepto del libre albedrío?



¿Enseña la Biblia el concepto del libre albedrío?

Es posible que a algunos les sorprenda saber que la palabra libre albedrío no aparece en la Biblia y que por lo tanto, no se encontrará en ninguna concordancia bíblica. Aunque el término pueda ser utilizado en el ámbito religioso, debemos definir su significado para comprender la verdad bíblica. Otro ejemplo lo vemos en el uso de la palabra Trinidad, la cual tampoco aparece en la Biblia, pero no por ello pierde su valor legítimo al presentar el concepto de la deidad en tres divinas personas.

Lo importante al hablar del libre albedrío radica en la razón del término, esto es, de dónde surge el mismo y segundo, cómo lo definimos a la luz de la revelación bíblica. A continuación, veamos como ejemplo dos definiciones:

“El libre albedrío o libre elección es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que los humanos, u otros animales, tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones." (Wikipedia)

“Si se toma la frase teológicamente, como si denotara una habilidad natural del hombre no regenerado para llevar a cabo actos que son indudablemente buenos a los ojos de Dios, o para responder a la invitación del evangelio, pasajes como Romanos 8:5 al 8; Efesios 2:1 al 10; Juan 6:44 parecen indicar que ningún hombre tiene la libertad de obedecer y tener fe, mientras no sea liberado del dominio del pecado por la gracia preventiva. Todas sus elecciones voluntarias son, en un sentido u otro, actos de servidumbre al pecado, hasta que la gracia rompe el poder del pecado y lo lleva a obedecer el evangelio." (Diccionario Bíblico Certeza)

La doctrina o enseñanza del libre albedrío es posiblemente la más aceptada y defendida por los no cristianos. ¿Por qué? Porque es la base con la que justifican su inmoralidad. El secularismo define básicamente el libre albedrío como la capacidad de decidir sobre lo que se quiere, sin que nada o nadie intervenga o juzgue en dicho proceso.

Desde un punto de vista bíblico, el término libre albedrío es utilizado con el propósito de definir la capacidad de la voluntad humana con relación a la toma de decisiones. Aunque ambas definiciones parecen ser parecidas, no lo son. La idea mundana parte de la suposición de que nadie tiene derecho de juzgar a nadie, porque para estos no existe una ley moral universal ni tampoco un dador de la misma. Sin embargo, los cristianos parten del hecho de que el ser humano, al ser creado por Dios, está sujeto a su Creador y que será juzgado al final de sus días.

   
El libre albedrío antes de la caída

Para la mayoría de los creyentes existió o existe el libre albedrío. La distinción entre unos y otros radica en cómo interpretan los resultados de la caída del hombre. La palabra libre albedrío no debe utilizarse como sinónimo de la voluntad del hombre, por cuanto existe una clara diferencia entre ambas.

La Biblia enseña que Dios creó al hombre con voluntad, pero que nunca le otorgó el derecho de rebelarse contra él sin que la consecuencia de ello fuera la muerte y no la libertad. Si por libre albedrío nos referimos a que el ser humano puede decidir para bien o para mal sobre los aspectos de la vida, entonces, sí lo posee. No obstante, nos reiteramos en que el término correcto es voluntad. Para que exista algo como libre albedrío es necesario hablar de dos condiciones mínimas:

1- El hombre tendría que haber sido creado totalmente neutro.

La Biblia no enseña que Dios creara un hombre neutro, un hombre sin ninguna inclinación, ya que Dios le creó a su imagen y semejanza. El sabio Salomón escribió lo que sigue:

“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones." (Eclesiastés 7:29)


La Biblia expone que el ser humano fue creado con conciencia.

“Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. (Romanos 2:14 al 15)

2- Dios tendría que haber dejado a discreción del hombre la suma total de todas sus decisiones.

La Biblia no enseña que Dios le diera autoridad al hombre para decidir si le obedecería o no lo haría. Dios le dijo al hombre que podría disfrutar de todo cuanto había creado, siempre y cuando, le obedeciera. La obediencia y la sumisión de los hombres estaba representada en el árbol de la ciencia del bien y del mal, pues el día que de él comieran morirían.

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (Génesis 2:16 al 17)

Dios no dejó la creación a discreción del hombre. El mejor ejemplo de ello lo es el diluvio. Dios castigó al hombre por haberle desobedecido. Por lo tanto, no es correcta la utilización del término libre albedrío, si se define como la capacidad inherente al ser humano de hacer cuanto le dé la gana, ya que nadie tiene derecho a señalarle o a condenarle.

Ni tan siquiera el libre albedrío es válido como defensa en un tribunal de justicia. No conozco de ningún caso en el que un tribunal judicial haya exonerado de los cargos presentados contra alguien, basado en que el acusado tiene el derecho de decidir con su vida cómo vivir y que nadie tiene el derecho a juzgarle.

El libre albedrío después de la caída

Veamos cómo la Biblia describe la condición humana existente, para poder determinar si existe tal cosa como una libre determinación humana después de la caída del hombre.


“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.” (Romanos 1:21-32)

Uno de los puntos importantes en la teología de la salvación es aquel que considera el efecto de la caída en el ser humano. ¿Hasta dónde afectó la caída de Adán a la raza humana? ¿Poseemos realmente libre albedrío? ¿Es el ser humano bueno por naturaleza? ¿Puede el ser humano en su estado natural buscar a Dios?

Pablo describe en la epístola a los Romanos la situación deplorable del hombre, como el resultado de la caída y de la ira de Dios. El juicio de Dios es evidente en tres aspectos:

1- Dios los entregó a la inmundicia en las concupiscencias de sus corazones.

La palabra inmundicia del griego implica suciedad o impureza. Esto significa que el corazón de los hombres quedó atrapado por deseos sucios o impuros. Dios permitió que el ser humano se hundiera en su suciedad.


"Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno." (2 Pedro 2:22)

2- Dios los entregó a pasiones vergonzosas.


La palabra griega utilizada para pasiones implica sufrimiento. De otra manera, que el ser humano sería arrastrado por deseos que aunque aparentan satisfacerle, su fin sería el dolor. Nadie negará que los seres humanos sean controlados en su estado caído por sus mayores deseos, inclinaciones y pasiones.


"Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él..." (Proverbios 23:7)

3- Dios los entregó a una mente reprobada.

Esta palabra implica depravación. El resultado sería que el hombre perdería el punto de referencia para juzgar lo correcto de lo incorrecto. De aquí que la Escritura establezca que el hombre en su estado caído es visto figurativamente como muerto. 


"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados." (Efesios 2:1)

El estado que Pablo describe es uno de total depravación, uno, en el que el ser humano es llamado pecador no porque peca, sino porque esa es su naturaleza. De ahí que no exista tal cosa como una libre voluntad después de la caída.


Conclusión

Dios creó a seres humanos con inteligencia y con la capacidad para tomar decisiones, pero dichas decisiones deben estar fundamentadas sobre su voluntad. Dios espera que le obedezcamos de manera libre y espontánea. Decidir sobre lo incorrecto no es un privilegio, según la Biblia es un suicidio. No violamos los mandamientos de Dios, sino que nos violamos contra ellos.

El cuadro del ser humano que Pablo describe, producto de la ira de Dios, es uno que ha sido dejado a merced de sus malas decisiones. Dios ha permitido que éste se corrompa. De este estado entendemos que el ser humano no goza de una libre voluntad, pues como hemos dicho, nunca fue libre para decidir sobre lo malo, sino que ahora se suma una inclinación a la maldad. Los seres humanos decidimos, por lo general sobre la base de nuestro mayor deseo en un momento específico. Pero si nuestros deseos y anhelos son contrarios a Dios por naturaleza, entonces, ¿cómo podemos hablar de libre albedrío?

Dios creó al ser humano con voluntad. La Biblia no enseña que al hombre se le haya dado la potestad de decidir lo que quisiese. Desde el principio, Dios dijo lo que podíamos hacer y lo que no debíamos hacer, pero nunca nos dio el derecho de decidir para el mal. Sus palabras fueron el día que pecares, morirás.

Dios les bendiga.

Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat

¿Eran dispensacionalistas pretribulacionistas los primeros cristianos?



¿Eran dispensacionalistas pretribulacionistas los primeros cristianos?


En la actualidad, algunos enseñan que antes de la posición escatológica amilenialista de San Agustín, los cristianos en los primeros siglos eran dispensacionalistas pretribulacionistas. Pero, ¿tiene fundamento histórico esta afirmación?

Existen varias maneras de lograr una corroboración histórica. Primero, es necesario buscar y examinar las obras de los padres de la iglesia o lo que se denomina la patrística, lo que toma mucho tiempo y tiene algún grado de dificultad para conseguir. Segundo, es importante examinar el material histórico de autores que cubrieron la historia del primer siglo y de los primeros siglos, como las obras de Flavio Josefo y del historiador temprano de la iglesia, Eusebio de Cesarea.

En este corto análisis, examinaremos las declaraciones de Eusebio de Cesarea en su obra Historia Eclesiástica, en la cual, hace uso de los escritos de Flavio Josefo, historiador del primer siglo. Para validar o desmentir la pregunta de estudio, debemos hacer notar que Eusebio de Cesarea vivió del año 263 al 339 después de Cristo, lo que lo coloca en una fecha anterior al amilenialismo de San Agustín, quien vivió del año 354 al 430 después de Cristo. También consideraremos la profecía de las 70 semanas y la abominación desoladora de Daniel. Los dispensacionalistas pretribulacionistas alegan que queda una semana de las setenta por cumplirse, la que llaman la semana de la gran tribulación y que ubican antes de la segunda venida.

 Veamos lo que nos dice Eusebio de Cesarea el historiador temprano de la iglesia en su libro, Historia Eclesiástica, libro uno, capítulo 2 y párrafos 24 al 27:

“El profeta Daniel, comprendiendo por el Espíritu divino el reinado final del Verbo, inspirado, describe la visión divina con términos humanos, diciendo: «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.»

Y sigue: Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.»]

Todas estas cosas se refieren claramente a nuestro Salvador, el Verbo divino que desde el principio estaba con Dios, al cual llama Hijo del Hombre por su encarnación.

Puesto que ya reuní todas las profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo en otros comentarios, y habiendo demostrado con mayor exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él, nos contentaremos con lo dicho en la presente obra”.

A continuación, la próxima afirmación en su libro, Historia Eclesiástica, libro uno, capítulo 6 y párrafo 11:

“Todo esto es útil para confirmar otra profecía acerca de la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. [En el libro de Daniel la palabra especifica el número de ciertas semanas hasta el Cristo-príncipe (sobre esto traté en otro lugar), y profetiza que la unción entre los judíos sería aniquilada una vez concluidas estas semanas. Todo esto se cumplió evidentemente con el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo]. Estos detalles son suficientes como preámbulo para establecer la exactitud de las fechas”.

Eusebio asevera en el libro 3, capítulo 5 y párrafos 2 al 7 lo que sigue:

“Ahora bien, los judíos, después de la ascensión de nuestro Salvador, culminaron su crimen contra él con la concepción de innumerables maquinaciones contra sus apóstoles. El primero fue Esteban, al cual aniquilaron con piedras; luego Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, que fue decapitado; y finalmente Jacobo, el que fue escogido en primer lugar para el trono episcopal de Jerusalén, después de la Ascensión de nuestro Salvador, y que murió del modo mencionado. Todos los demás apóstoles fueron amenazados de muerte con innumerables maquinaciones, y fueron expulsados de Judea y [se dirigieron a todas las naciones para la enseñanza del mensaje con el poder de Cristo, que les había dicho: «Id, y haced discípulos a todas las naciones].

Además de éstos, también [el pueblo de la iglesia de Jerusalén recibió el mandato de cambiar de ciudad antes de la guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella)], por un oráculo transmitido por revelación a los notables de aquel lugar. Así pues, habiendo emigrado a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, como si los hombres santos hubiesen dejado enteramente la metrópoli real de los judíos y toda Judea, [la justicia de Dios vino sobre los judíos por el ultraje al que sometieron a Cristo y a sus apóstoles, e hizo desaparecer totalmente de entre los hombres aquella generación impía].

En los relatos que escribió Josefo se describen con toda exactitud los males que en ese momento sobrevinieron a todo el pueblo judío en todo lugar; cómo principalmente los habitantes de Judea fueron agobiados hasta el extremo de las desgracias; cuántos miles de jóvenes y de mujeres, juntamente con sus niños, cayeron a espada, por hambre y por muchos otros tipos de muerte; cuántos y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas; cuán grandes desgracias, y más que desgracias, presenciaron los que fueron en su huida a Jerusalén, ya que era la metrópoli más fuerte; el desarrollo de la guerra y lo que tuvo lugar en ella en cada momento; y, [finalmente, cómo la abominación desoladora que proclamaron los profetas se asentó en el mismo templo de Dios, en gran manera notable antiguamente; y entonces sufrió todo tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego].

Merece la pena señalar que el mismo autor afirma que los que, procedentes de toda Judea, se apiñaron en los días de la fiesta de la Pascua, en Jerusalén, como en una prisión, usando sus propias palabras, fueron alrededor de tres millones.

Era preciso, pues, en los mismos días en los que habían llevados cabo la Pasión del Cristo de Dios, bienhechor y Salvador de todos, que, como encerrados en una prisión, recibieran el azote que les daba alcance viniendo de la justicia Divina.

Así pues, dejando aparte los acontecimientos que les sobrevinieron y cuántas veces fueron entregados a espada o de diversos modos, sólo me ha parecido oportuno mostrar las desgracias originadas por el hombre, a fin de que los que obtengan este escrito vean, parcialmente, [cómo les daba alcance al poco tiempo el castigo procedente de Dios por causa de su crimen cometido en contra del Cristo de Dios].


Resumamos algunos datos importantes acerca de lo que CREÍAN los cristianos con RELACIÓN a las 70 semanas de la profecía de Daniel y al cumplimiento de la ABOMINACIÓN desoladora, según el libro Historia ECLESIÁSTICA de Eusebio de cesarea:

1-      Creían que la profecía referente a las setenta semanas de Daniel tuvo un cumplimiento fiel y total.

2-      Creían que la profecía referente a las 70 semanas de Daniel constituía una de los mejores defensas en la validación y la confirmación de Jesús como el Mesías.

3-      Creían que los discípulos se habían dirigido a todas las naciones para cumplir la tarea de la gran comisión, antes del juicio venidero.

4-      Creían que el reino comenzó con la ascensión de Jesús, según la profecía de Daniel 7:13-14.

5-      Creían que en el año 70 de la era cristiana se cumplió la abominación desoladora sobre la santa ciudad (Jerusalén) y el templo judío.  

6-      Creían que Dios guardó a muchos cristianos judíos de la hora de la prueba, quienes escaparon de Jerusalén a una ciudad de Perea llamada Pella.

7-      Creían que el juicio contra los judíos se cumplió debido al rechazo y a la condena a muerte de Jesús el Mesías, la persecución y las calamidades contra los apóstoles y la iglesia.

Conclusión:

Concluimos que no es correcto que los primeros cristianos aguardaban el cumplimiento de la última semana de la profecía de las 70 semanas de Daniel, como los dispensacionalistas pretribulacionistas quieren hacer creer. Tampoco creían en un reino venidero, por cuanto creían que Jesús había recibido el reino en su ascensión.


Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat

Bibliografía:

De Cesarea, Eusebio. Historia Eclesiástica: Tomo completo de la Historia Eclesiástica (Edición en español) (Posición en Kindle591-592). Desconocido. Edición de Kindle.

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